Carta a mi abuela

Carta abierta a mi abuela, quien nunca supo cómo ser abuela.



No sé si me quisiste alguna vez. Creo que lo intentaste, de corazón, pero que aún así fallaste; pero no te preocupes, porque no te culpo. Aunque muchas veces te culpé de tantas cosas, y te odié tanto, ya no te guardo rencor, y aunque no puedo decir que te amé, si te quise dentro de lo que mi inocencia me lo permitía. 

Sé que tu vida fue dura por las malas decisiones que tomaste, y que aún te pesaban a tus 90 años. Lo sé porque me lo dijiste una de esas veces en que me usaste de diario personal para expiarte la culpa. Lo sé, porque nadie que haya tenido una buena vida puede ser como tú. Aún así no te culpo. Te entiendo. Sé que vives con remordimiento y presa de tantos diablos que se te cuelgan en el tuétano y te dicen cosas horribles en la noche. Sé que esperas con ansias el día en que des tu último soplo de vida, pero también sé que ese día te aterra, porque a todos nos aterra morir; y ese es el problema: todavía no puedes morir, aunque lo quieras. 

Entiendo que no me entiendes, ni te cabe en la cabeza la forma en que pienso, pero también sé que los tiempos cambian a una velocidad espantosa, y la brecha que nos separa es enorme. Yo te entiendo, porque mirar al pasado es más fácil que mirar al futuro, y no te juzgo por tus errores, porque son parte de un contexto dado. 

También sé que siempre me trataste distinto por ser niña, porque tú no sabías "tratar con niñas"; y aunque no te creo una palabra de esa explicación, te lo acepto, porque es tu versión, y supongo que es la verdad para ti. 

Esperé mucho tiempo para escribirte esta carta, por pudor, por dolor, por el motivo que sea. Me pregunté muchas veces la causa de tu desapego y tus desaires, dejé de preguntarme: ¿por qué no me quieres?, y simplemente asumí que el problema no es mío, y difícilmente tiene algo que ver conmigo. No sé si la vayas a leer algún día. Asumo que no. En caso de que lo hagas, tampoco me puedo imaginar tu reacción (¿te dará lo mismo? ¿te dará pena?), pero tampoco me importa, porque hace tiempo que me propuse dejar de culparme por los problemas emocionales de otros, sobre todo de los adultos que me rodean. 

Asumir que te quise, sin embargo, no significa que quiera ir a visitarte. No voy a hacerlo. Tú y yo no tenemos nada que hablar, y si de algo tenemos que hablar, es una conversación de la que no quiero formar parte. Perdóname, por lo tanto, de no sentir culpa por sacarte de mi vida. Perdóname por querer sanar mis heridas, y perdóname por querer proteger la integridad de mi familia, que tanto ha costado mantener. Sé que en un momento dado tratamos de hacernos la vida imposible mutuamente, y me arrepiento de haber caído en ese círculo vicioso, pero no me arrepiento del desenlace, y tampoco de haberle puesto el punto final. Ya asumí que esa vez iba a ser la última vez que te vería, y sería la última vez que te daría un abrazo, y aunque en el fondo sigue doliendo, hay que avanzar de todas maneras. Prefiero atesorar en mi memoria los regalos de navidad, las mentas que compartí contigo, los dulces que me comprabas o el billete de cinco lucas que ponías en mi mano antes de irte. Lo malo puede guardarse y hacerse añejo en el fondo de mi mente, y ojalá el tiempo lo haga difuso.

Te quise, abuela. Te quise montones y de la mejor manera que pude, y aunque quizás no fue suficiente, fue sincero, y me alegro de haber compartido ese minúsculo fragmento de mi vida contigo, porque quizás significó algo para ti. Prefiero pensar que fue así.

Comentarios