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Tengo veintiuno y confieso que soy fácil de impresionar. Lloro con las películas y me gustan los colores brillantes. Voy a fiestas de cumpleaños si hay torta. Me curo con dos cervezas. Tengo espinillas y tomo mucho café. Duermo tres horas al día y no salgo de fiesta si hace frío. Quiero ser niña. Quiero ser una mujer adulta. No lo tengo claro.

Tengo veintiuno y me siento menos como un simio adiestrado de lo que me sentía a los diecisiete. No estoy satisfecha. Me cuesta ser vulnerable. A veces soy un poco histérica. Evito leer mis trabajos antiguos porque los encuentro pretenciosos. Quiero enamorarme. Quiero tener dinero para ayudar a mi familia. Quiero sentirme más persona y menos máquina. Quiero dejar de sentirme tan ansiosa todo el tiempo.

Me molesta tener más de lo que puedo sujetar con las manos. No sé si digo las cosas que debería decir. Me pregunto si temo demasiado y vivo muy poco. No quiero morir con arrepentimientos. Todavía tengo depresión, y me dan miedo las recaídas, pero confío en mi capacidad de superarme. No estoy ni cerca de dónde quiero estar, pero estoy muy por delante de dónde empecé. Aún hay mucho que recorrer. Hay muchas cosas que me faltan, pero ya no espero que me las de otra persona. A veces me caigo mal, pero no me gustaría ser otra persona. Sé donde estoy parada. Estoy tratando de entenderme. Créanme a medias cuando juegue a ser adulto.


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