Avenida Vicuña Mackenna

Corremos tomados de la mano a lo largo de toda la avenida. La gente nos mira raro. Gritan cosas. Yo sé que a ti te da vergüenza, pero a mí esas tonteras no me importan, amor mío. Te tengo aquí, tan cerca como siempre te quise, pero más lejos de lo que te quiero. Sujeto tu mano flaca entre mis dedos y sonrío, en éxtasis.

Y es que te esperé, luz de mis ojos. ¡Oh, cuánto tiempo te esperé! Desde un rincón alejado del mundo te pensé hora tras hora. Te llamé a gritos con el alma colgando en un hilo, me asfixié en silencio por una mirada tuya, esperando que ese día a lo mejor sí. Siempre quizás, quizás, quizás. Aguardé horas junto a mi teléfono por un mensaje tuyo, y me dormí con lágrimas en los ojos por tu ausencia. Pero por más que te escondas, vida mía, por más que me niegues delante de los demás, yo sé que en el fondo de tu mente la única voz que te llama es la mía, porque entre toda la gente de esta ciudad, el único rostro que se ilumina es el tuyo. 

Me miras con esos ojos grandes, inteligentes, perspicaces. Sonríes casi pidiendo perdón, y yo me derrito por dentro como una vela encendida. Sientes lo mismo que yo. Con la respiración agitada y la frente cubierta de sudor, me dices en un suspiro que me amas, y yo siento que vuelvo a nacer. ¡Que alegría amar y saberse amado con la misma intensidad! Te miro a los ojos. Me tomas el rostro entre las manos. Me pierdo en ese oasis, en tu oasis, donde ahora soy un forastero más. Quiero hacer que este momento se extienda por siempre.

Alguien grita nuevamente. Te estremeces. No hagas caso de lo que digan los demás, vida mía. No escuches al hombre que nos grita "maricones culiaos" desde el interior de su automóvil. Él no forma parte de este pedazo de tierra que colonizamos esta tarde. Él no habita este país que hemos creado solo tú y yo. 

Comentarios