IV. Pájaro Rosa

“For we think back through our mothers if we are women.” 
-Virgina Woolf


Una lágrima cae desde lo alto de mi corazón, porque una parte de mí ha muerto hoy, y mi color de luto es el rosa. Rosado por la esencia de mujer que me arrebataron e intoxicaron con ideas que no son mías, rosado por el dolor, el horror, el espanto de ser mujer y ser madre. Rosado por lo intolerable, lo poco digno, lo repudiable. Rosado por los sueños desvanecidos, por el potencial desperdiciado, por la congoja y el dolor envuelto en terciopelo suave como el amor de una madre.

Madre no es suave. Es áspera y llena de cicatrices. Madre es asfixiante y controla cada pequeño aspecto de mi vida. Cuando voltea la vista a mi pequeño cuerpo y me pregunta "¿ya te vas?", y sí, me voy lejos, donde tu mierda no pueda tocarme. Madre es tierna, es frágil, es una mártir. 

Madre es de cara sonriente y facciones coquetas. Madre habla con todo el mundo y saluda a quien se le cruce. Madre no me habla de lo que la incomoda, no me dice lo que le aqueja y se encierra en el cuarto de al lado a llorar la tarde entera; y me siento miserable porque otra vez fallé en la inútil empresa de hacerla feliz. Madre me odia cuando soy más como yo, y menos como ella.

Madre, mi luto duele porque no pude hacerte feliz, y lo que más quería en esta vida era hacerte feliz. Me rompí la espalda siendo buena niña, buena alumna, buena hija; siendo tan tuya, ¿para qué? 
Dime, Madre, ¿sirvió de algo? Me caí de bruces por hacerte reír y que te sintieses orgullosa de mí. Madre, quise hacerte bien al punto de hacerme mal; y aún así me diste la espalda. Madre, te amé tanto, tanto, tanto... en la misma medida en la que te odié. 

Madre, madre mía, te odié tanto. Te desprecié tanto cada vez que te necesité y me diste la espalda; te resentí cada vez que abrí mi corazón y fui vulnerable ante ti, y usaste esa misma información para hacerme daño. Madre, quise destruirte pieza por pieza cuando fuiste la primera en cambiarte al bando contrario. Quise gritarte tantas cosas y aún hoy me contengo de todo lo que tengo para decir. 

Madre, te amo tanto. Te amo cuando llego a la casa y estás ahí para recibirme, todos los días. Te amo en cada plato de comida, en cada regalo de cumpleaños, en cada paño frío en mi frente cuando tengo fiebre. Te amo en lo más profundo, en lo indigno, en lo irracional. Te amo de una manera que no es perfecta y está llena de moretones y cortes, pero siempre ha sido real. Te amo tanto que solo pensar que algún día no estarás aquí, a mi lado, me duele en lo más profundo del corazón. 

Te amo demasiado, pero nunca quise ser como tú. 

No me enseñaste a amarme a mí misma, no me enseñaste a respetarme. Dejé que me pisotearan tantas veces, porque vi a tanta gente cercana pisotearte. Le di tiempo valioso a tanta gente que no se lo merecía, rompí mi corazón por arreglar otros; y todo fue en vano porque nunca supe que el amor no arregla la demencia. Me hice adicta a la aprobación de otros. Aprendí a aceptar gritos, abusos de poder y a ser sumisa. No me mostraste lo que era ser suficiente; nunca te importó lo virtuosa que fuese, porque siempre hubo alguien mejor que yo, y te encargaste de hacérmelo saber. Me enseñaste a temer la rabia de mi padre, a buscar comodidad en los brazos de un extraño, a esperar que un príncipe azul llegase a rescatarme de mí misma, pero tu enseñanza sólo me predispuso a involucrarme con bestias y bufones. Busqué tu amor y aprobación en lugares desesperados y vacíos. Me rompí las manos tantas veces. Se te olvidó decirme que me merezco a alguien digno de mi amor, y no a cualquiera que me lance sobras en el plato.

Madre, mírame a los ojos y dime que me amas. Cuéntame otra vez la historia de tus vida, termina con algún consejo útil, y hagamos como que me lo creo. Probablemente en veinte años más lo recuerde y sirva de algo. Madre, háblame de tu dolor, de tu temor, de tu angustia por estar tan perdida como yo. Quizás así podamos empezar a caernos mejor. Quizás podamos ser amigas. 

Madre, te odié por tu debilidad; por no ser el ejemplo de mujer que necesité mientras crecía. Odié cada segundo que tuve que lidiar con tu inmadurez. Detesto que me hayas quitado mi oportunidad de ser joven y estúpida. Tú decías que soy madura porque me críe entre adultos. Pues no, madre; soy así porque tenía que sobrevivir de alguna manera. Madre, me dejaste criarme sola en las partes fundamentales de mí misma. Tuve que buscar mis propios modelos a seguir.

¡Mamá, mírame cuando te hablo! ¡Date la vuelta! ¡MAMI, NO ME DEJES SOLA EN MEDIO DEL BOSQUE OTRA VEZ, POR FAVOR!

Madre, tu negligencia me duele.

Madre, no puedo dejar de amarte, y tampoco puedo exigirte enseñarme lo que no conoces. Madre, eres humana y tienes tanto dolor en tu pecho como huesos rotos en tu cuerpo. Sacrificaste mucho, tal y como te dijeron que una mujer debe hacerlo. Madre, te rompiste para arreglar a otros, y no eres feliz. Me duele saber que nunca podré hacerte feliz, pero estoy en paz sabiendo que no es mi tarea. Madre, tu negligencia me dio libertad para construir un nuevo mundo. Me enseñaste dependencia, sumisión y control; pero también me enseñaste de lealtad, bondad y amor incondicional. No puedo culparte por cada una de las espinas de mi corazón. Madre, sé que la realidad es muy distinta a lo que te hubiese gustado. Nuestra familia es pequeña y rota, pero una manada pequeña tiene más oportunidades de sobrevivir que un lobo solitario. También eso te lo debo a ti. Madre, eres tan imperfecta, y no quiero ser como tú; pero desde mi panorámica, sigues siendo la persona más perfecta del mundo. Tu historia no es la mía, y yo tengo el poder sobre mis propias decisiones, Madre, te perdono. Perdóname tú también por todas las veces que te hice llorar.

Madre, te amo

Comentarios