Reflexión Navideña

Hace un par de años que no me emociona la navidad, porque suelo trabajar para estas fechas, y me preocupa más que me paguen a fin de mes, que el espíritu navideño. Es un poco enfermizo ver la otra cara de la moneda, el backstage de la celebración: gente estresada, irritante, mal educada, apurada; pero este año fue un poco distinto. 

No suelo pedir regalos porque no me falta nada, y lo que necesito/quiero puedo comprarlo cuando tengo dinero, y tampoco me gusta tener tantas cosas acumuladas; sin embargo, por algún motivo, este año mis papás me preguntaron si quería algo especial. "No. La verdad no me emociona mucho la navidad.", dije, más para mí que para ellos. Me miraron de una forma que me hizo arrepentirme de inmediato de lo que acababa de decir. Sentí la pena en sus corazones, porque yo también sentía la pena en el mío: últimamente, en nuestra casa hay cada vez más asientos vacíos imposibles de llenar.

Estas fechas me hacen pensar muchísimo en el pasado -probablemente porque también se viene año nuevo-, y también en el futuro. ¿Por qué no me emociona la navidad? Porque me recuerda a cada persona que se ha alejado de mi lado, que ya no está, por el motivo que sea. Pienso en mi abuela y me pregunto cómo serán sus navidades, y si se acordará de nosotros. Me acuerdo también de mi Lela y mi perrita, a quienes extraño todos los días. Pienso en cada pequeño segundo que desperdicié de su compañía, por asumir que todavía quedaba tiempo de sobra, y por desgracia, cuando amas mucho a alguien, siempre se va demasiado pronto; y duele cuando la realidad te golpea y te dice que tu tiempo se acabó, y no puedes volver atrás.

Me duele la navidad porque me recuerda a gente mala, gente que hizo daño a mi familia con querer, y eso es algo que podría perdonar, pero jamás olvidar.

Pero la mirada en los ojos de mi madre cuando le dije que no me emociona la navidad, me hizo reflexionar. Ella ama esta fecha, y yo amo a mi mamá, y me gusta verla feliz. También me gusta ver la cara de vergüenza de mi papá cuando abre sus regalos la noche de navidad, o la sonrisa en su rostro cuando se para en la cocina a ver a mi mamá cocinar galletas de chuño. Me gusta verlos a ellos, y me gusta ver a mi gente feliz. Me gusta ver a mis sobrinos alborotados con la inocencia que sólo la niñez puede dar, y aunque en realidad les guste más la caja que el regalo, me encanta verlos crecer y convertirse en buenas personas. También me alegra ver a mi tío, a quien la vida le ha dado como bombo en fiesta, olvidarse de sus problemas y compartir con nosotros las sobras de la cena de la noche anterior.

Me gusta ver a mis amigos felices, cada uno por su lado, y todos juntos al mismo tiempo. Los más cercanos a mí son mi familia, porque yo los elegí, y también son parte de mi manada. Disfruto verlos reunirse con su propia gente, y a los que por desgracia, no tienen un lugar al que llamar hogar, tengo la esperanza de que algún día encuentren su propio lugar, su propio reino. 

La navidad me recuerda a mucha gente mala, pero también me recuerda a la gente buena que me rodea, al amor que nunca me ha faltado, aunque a veces lo ignore por los desequilibrios mentales que me aquejan. El amor no tiene que ser perfecto para ser real, siempre que sea honesto, respetuoso y recíproco. La gente tampoco se queda en nuestras vidas para siempre, y eso es algo que duele asumir, pero ya he dicho antes, en este mismo blog, que la vida es una cuestión de decisiones. Podemos elegir hacer lo correcto, o ver las cosas de otra perspectiva. En este caso es así: elijo no ignorar la nostalgia de mi corazón, pero también es mi decisión darle más importancia al amor, la dedicación y el esfuerzo que ponen los demás, y yo misma, por tener un día especial. Realmente no me importan los regalos, lo encuentro algo vacío si no es algo a lo que se dedicó tiempo y trabajo mental. Me importa el concepto.

A estas alturas ya sé que la vida no es justa para nadie, pero tampoco es una competencia para ver quién sufre más. A todos nos toca duro, y la vida es un gigante de diez metros que nos golpea contra el piso una y otra vez hasta que no queremos seguir dando la pelea. Por eso mismo, hay quienes dan lo mejor de sí en esta fecha -y a veces todo el año-, no por querer recibir mejores regalos o por la comida, sino porque lo sienten en su corazón; y partiendo de la base de que a todos nos toca duro, si tengo la opción de ser menos amargada y compartir un poco de mi alegría con los demás, prefiero ser ese tipo de persona.

Entonces, ¿quiero algo especial este año? Sí. Quiero estar bien y en paz conmigo misma, quiero ser mejor persona. Quiero estar con mi familia y mis cercanos. Quiero que la gente que conozco tenga una buena temporada festiva e incluso un mejor año, sin excepciones. Quiero que como raza humana dejemos de pisarnos la cola entre nosotros, y quiero que cada uno encuentre lo que necesita. También quiero más libros, pero esa es otra historia.

Igual no compré regalos. #SorryNotSorry

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