V. Pájaro Rojo

Desde el primer momento que puse mis ojos sobre tu rostro, supe que lo nuestro sería algo especial. Tenías la barbilla afilada y el cabello negro desordenado, y un aire en esos ojos verdes que decía que tu alma estaba muerta desde antes de nacer. Tu chaqueta de mezclilla se llevaba el frío del invierno y me invitaba a perderme por siempre en el abismo de tu soledad, a sentir lástima por tu pasado oscuro, a curar tus heridas con el suave toque de mi dedo índice... a ser tu heroína, la que con su amor y paciencia se llevaría todo el dolor de tu vida, y que una vez resuelto eso, todo estaría bien, y seríamos felices por siempre. 

Desde que supe razonar, supe que mi rol era salvar a los demás. Eso hacen las buenas niñas: se abandonan a sí mismas por salvar a los demás, y si eres tan buena como dices ser, quizás tu amor redima a algún perdedor de medio pelo. Me llené la cabeza con historias azucaradas durante años y aprendí a amar como aman en Hollywood, y me senté a esperar a alguien que, con un poco de suerte, se llevase este gran vacío en mi pecho, tan viejo como el universo mismo; y en el fondo de todo eso, estabas tú, con tu ponzoña, tus malos poemas de amor y tu falsas ideas de romance.

Eras la misma persona con distintos cuerpos, en distintos momentos, con distintas edades. Siempre eras tú, irremediablemente enfermo de la cabeza, envuelto en un melodrama tan mal redactado como una teleserie nocturna; y te necesito; oh, vaya que te necesito. Creas el drama en mi vida que uso para mi arte, para sentirme viva, y soy adicta a tus abusos y a tu arrogancia, a tu falta de compromiso, a que seas un cabrón incapaz de respetar a su propia madre. Estoy atrapada en las puntas de tus dedos y bailo al ritmo que me tocas, y pienso: maldita sea, ¿cómo llegué a caer tan bajo?

Me amaste dos segundos y al tercero me quisiste fuera, lejos y ojalá muerta. Dime, amor mío, ¿cómo alguien puede amar así? Lo intenté, tu sabes que lo intenté, y me mandaste a la mierda dos veces. Volví arrastrándome a ti, a buscar tus sobras, a completar este círculo vicioso de autodestrucción porque necesito arreglarte para vivir en paz. Tráeme otra vez a tus cigarrillos baratos, a tu vida bohemia y a tu mediocridad. Haré como que me trago la patraña seudo-intelectual que hablas, pero aunque intentes darme clases sobre cosas que ya sé, tengo claro que lo que te sale de la boca es pura mierda; y nunca te confesaré que soy más inteligente que tú, porque las niñas brillantes espantan al espectador promedio, y me aterra estar sola. 

Y déjame decirte una cosa: no te amo. Esto que me carcome la mente no es amor, es obsesión, es necedad. Te estoy usando para evitar pensar en mis propios problemas y necesidades, porque es mejor matar las horas pensando en ti, que en todos los errores que he cometido en mi vida y en la vergüenza de ser humano que soy. ¡Ya sé que dije que te amo, y hasta me lo creí, pero no es así y yo lo sé! No te hagas el ofendido, porque para que este tango funcione, tenemos que estar locos los dos. 

Están estos otros sujetos que me llaman cada mañana para preguntarme cómo estoy, y de verdad se preocupan por mí, pero no los quiero, porque son muy aburridos. La gente buena es TAN ABURRIDA, y su amabilidad me espanta hasta los huesos porque yo no merezco amor o amabilidad del resto; y por lo mismo te necesito: para que me saques de este pozo profundo donde nada ocurre. La primera señal de peligro que me das es todo lo que necesito para abordar tu barco a la deriva, destinado siempre a naufragar. 


Volviste a aparecer en mi puerta anoche y sé que estabas drogado, porque sólo me quieres cuando estás en Saturno; y entonces me doy cuenta de lo feos que son tus dientes, y de lo chillona que es tu voz. También pienso en la falta de dirección en tu vida y el poco aporte que me das, mientras me  dices otra mierda de excusa: "soy así, no voy a cambiar"; y te felicito, pues tienes la habilidad más importante en un buen perdedor: no quieres ser mejor persona. Al menos en eso eres invencible. 

Otra cosa de la que me doy cuenta, es que ya no tengo diecisiete años y no tengo depresión. Tengo veinte, y ya pasé por la parte más pesada de mi tratamiento... yo no soy tu salvadora y tú no eres un príncipe azul. No eres ni la sombra de lo que podría decirse un "hombre". ¿Sabes qué eres en realidad? Un perdedor de tomo y lomo, una criatura tan pequeña que se alimenta de su propia lástima; y no sé quién te crees que eres, porque no tienes derecho a enojarte conmigo. Es un privilegio que no te has ganado; así que toma tu lastimera fiesta, tu charlatanería y tus excusas, y entiérralas en lo más profundo de tu culo, en el mismo lugar en el que metiste mi amor. Lánzate otra vez a la miseria que amas tanto, y ponte estúpido con droga y alcohol como a ti te gusta evadir tu mísera realidad. No te detendré. Encuentra a otra persona con quien arruinar tu vida, porque yo no lo haré. Me querías fuera, estoy fuera, así que déjame ir de una vez por todas. Ya no soy tu adicta, no soy tu pájaro negro, y que te quede claro en estas letras que no soy tu amiga, nunca lo fui, y hoy me reclamo a mí misma para salvarme a mí, no para tratar de arreglarte a ti. 

Tu amor es una condena a la que no me voy a someter, en especial por un crimen que no cometí. 


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Ahora voy a decir algunas palabras como yo, Cattalina, fuera del "Pájaro negro", el personaje que uso para escribir estas cosas: 

Hay muchas teorías sobre la influencia de los medios de comunicación que hablan de los efectos de la temprana exposición al contenido de los Media. Una de ellas (Cultivación) dice, a muy grandes rasgos, que aprendemos sobre el mundo según lo que vemos en la televisión. Si tiene sentido o no, juzgue usted; pero para desgracia nuestra, algo que sí es un hecho, es que la industria explota temáticas sin importar mucho si son nocivas para el público o no. Las relaciones disfuncionales y la codependencia, a la luz de este capítulo, son temáticas que "venden" porque son trágicas y fundamentales en el Drama (siendo un ejemplo de ello Romeo y Julieta). 

Disney y sus historias endulcoradas le dan un giro "optimista" al asunto, pero tampoco hay que olvidar que Walt Disney era machista y racista, y esos mismos valores se ven reflejados en sus películas, sobre todo en los clásicos. Muy recientemente el Imperio ha cambiado la orientación de sus  tramas, pero como ya dije, es algo de este siglo, con mucha suerte. 

Nuestros padres también aprendieron a amar de la exposición mediática, y nosotros aprendemos a amar de nuestros padres. Les guste o no, es así; y quienes aprendimos a amar con poca inteligencia y a quedarnos en relaciones poco saludables, tendemos a repetir esas conductas, o a caer en nuevas igual de nocivas. 

La codependencia se da por muchos motivos, pero el principal motivo es por tener un conocimiento pobre de uno mismo y baja autoestima. Cuando eres codependiente, o un "adicto al amor", como yo, siempre necesitas a alguien que te distraiga de las cosas que no funcionan en tu vida, pero créeme, tarde o temprano todo eso va a volver a atormentarte, y tratar de solucionar tus problemas, tratando de arreglar la vida de otra persona, es la peor decisión a tomar. La gente no es medicina, y ese círculo vicioso de autodestrucción nunca termina bien. 

Hay una frase de Las Ventajas de Ser Invisible, que yo pensaba que era una porquería pretenciosa, pero ahora me doy cuenta que es muy -dolorsamente- cierta: "Aceptamos el amor que creemos merecer"; y si no me creen, es cosa de cada uno, pero es cierto que hay una conexión entre nuestro amor propio y el amor que recibimos. Si no nos creemos capaces de amar y ser amados, nos entrampamos en relaciones dolorosas y poco productivas. No sólo en lo romántico, también en otros aspectos de la vida. Incluso en lo laboral. 

Aprendí esto de la manera difícil. 

No es justo para uno mismo tener que cambiar gustos e incluso aspectos de nuestra personalidad, para complacer a otros. No nos merecemos el 50% cuando damos el 100%; y cuando aprendes a ver tu propio valor, no lo aceptas, y te retiras. Como dijo mi buen amigo Pablo: "El límite es cuando empieza a hacerte daño"; y todos tenemos que atravesar cosas dolorosas para crecer, pero también hay que ser lo suficientemente inteligente para elegir qué batallas pelear. Hay gente por la que vale la pena atravesar la línea de fuego, pero tienes que saber elegirla muy bien.

Y por último: si alguien te hace daño, no es problema tuyo. No significa que valgas menos como persona, pero sí tienes el derecho y el deber de saber reaccionar de la mejor manera posible; sin resentimiento, sin violencia. Estás por encima de eso. 

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