II. Pájaro Violeta

A los que me amaron cuando fui el pájaro violeta,

Y decidieron quedarse,
Y los que no, también.


Ya decidiste. Sigues paralizada por el miedo, pero sabes que de alguna manera tienes que salir. ¿Y ahora qué? ¿Simplemente pretendo que la felicidad va a golpear mi puerta de la nada? Ya no creo en esta gente de sonrisa brillante que habla estupideces sobre la realización personal y la vida eterna, como si fuese posible, y mientras más reflexionas sobre lo que está mal en tu vida, te das cuenta que hay realmente muchas cosas que pueden estar mal en tu vida. ¿Por dónde partir? Esto es demasiado complicado. El proceso es largo y laborioso. ¿Cómo voy a poder con esto si con mucha suerte puedo levantarme en las mañanas?

Soy el pájaro violeta. Me encierra la jaula dorada de mi ego y camino sobre diamantes que son solamente cristales rotos. Si soy el ave más bello de la pajarera, ¿por qué no puedo hacer esto, entonces? Una jaula a la medida sigue siendo una cárcel. La prisión de mi enfermedad, la presión de mi pasado y el miedo a mi futuro. ¿Llegaré alguna vez a puerto seguro? La estabilidad es una ilusión muy cara de mantener. Me aprisionan estas cuatro paredes azules como el cielo, pero aún así no puedo volar. Soy el pájaro violeta, el narciso pintado de borgoña que desperdicia horas frente a un espejo y se siente segura en su plumaje sabiendo que es una mentira. Mejor una falsedad reconfortante que una verdad dolorosa. La apariencia física es una pantalla para ocultar el vertedero que hay abajo de esta carne en proceso de putrefacción. El pasado de la egolatría no me asusta, pero tampoco me libera. Estar atascado es la manera de sentirse seguro aún en terreno pantanoso, pero sigue siendo una mentira.

Esta es la gran mentira de tu vida. 

Soy el pájaro violeta que estrella la cabeza contra las paredes tratando de escapar. Animal enjaulado y ansioso. Hambriento de libertad, pero temeroso de lo que hay al otro lado de estos muros de cemento. Soy el arquetipo de mi propia mentira, el resultado de todas las etiquetas puestas por otros, e incluso por mi misma, pero ninguna de ellas coincide con la realidad. Y sigues chocando el cráneo contra la muralla porque es más fácil seguir haciéndose daño que no saber lo que va a pasar si cambias. ¿Para qué cambiar? Estoy bien así, creo. He llegado hasta aquí, y aunque no veo estrellas cuando miro al cielo, no conozco otra cosa además de esta oscuridad infinita. Aquí, atrapada en estos barrotes de oro sólido, paso los días en mi auto-confinamiento y las cosas no podrían estar mejor, aunque nunca lo están. Sigo atrapada en este abismo de autocompasión y terror, incapaz de abrir las alas.

El ego es un arma peligrosa. La arrogancia es el arma contra la compasión de los otros. Soy el ave más bello de este mundo, pero carezco de humildad, y desprecio a todo aquel que tenga algo positivo de lo cual yo no tengo, o sea, todo. Soy el ave fénix encarnado en brillante púrpura, sentado en la cima de un montón de mierda, y miro en menos el amor de los otros porque no puedo ser amado. ¿Quién querría a una bestia tan despreciable como yo? ¿Quién querría correr el riesgo?

Me rompo el cráneo una y otra vez y sigo sin ser libre. Narciso quiere dejar de mirar al espejo y alzar la vista al mundo, pero se ahoga en el mismo lago de veneno de siempre. La ansiedad se vuelve turbia y me enloquece. Los ojos empañados de lágrimas cuando te das cuenta que no eres nada de lo que dices ser, que las etiquetas son una falsedad, y te desespera no saber quién eres. No tengo corazón de hielo, no disfruto la desgracia ajena, no soy mala persona. ¿Quién soy, entonces? ¿Qué yace debajo de esta prisión carnal, que no he visto hasta ahora? ¿Cómo se ve mi alma desnuda? ¿Qué hay de mi para ofrecer fuera de este techo de cristal?

¿Quién soy debajo de este montón de mierda y diablitos que me susurran al oído por las noches?

Ya no quiero seguir viviendo encerrada entre estas feas paredes. Ya no quiero vivir en esta jaula de oro macizo con suelo de vidrio roto.

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I. Pájaro negro
III. Pájaro azul
IV. Pájaro rosa

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